Quizás siguiendo el patrón del director orquestal virtuoso heredado desde el siglo XIX, a menudo los directores corales contemporáneos parecen tener como único objetivo de su trabajo preparar minuciosamente la ejecución artística de una obra musical. Por ello, a primera vista, parece razonable que los jóvenes estudiantes de dirección coral acostumbren invertir una cantidad de tiempo considerable en el perfeccionamiento de su técnica del gesto, análisis exhaustivo, y memorización de la partitura que tienen en sus manos.
Lo anterior no parece objetable desde el punto de vista estricto de la responsabilidad de un director como intermediario entre la partitura y el instrumento para darla a conocer al público: el ensamble coral. Sin embargo, en vista de la gran diversidad de ensambles corales en la sociedad contemporánea (escolares, juveniles, universitarios, comunales, entre otros), la amplia gama de bagajes y expectativas de los coristas (músicos profesionales o aficionados), es coherente replantear el papel del director coral en función de este panorama. Más que un virtuoso, o si se quiere, un dictador, o líder autoritario que maneja una masa coral en función de un montaje artístico, parece más coherente que el director se desempeñe también como un educador que promueve el crecimiento vocal y musical individual y del ensamble, al mismo tiempo que da forma, junto a sus coristas, a una obra musical.
Sea cual sea el enfoque de la profesión del director, su responsabilidad es crucial. De hecho, una presentación pública de un coro reflejará la efectividad del director tanto como maestro y como técnico de ensayos. Según el director coral estadounidense Lloyd Pfautsch, “los sonidos de su coro serán un testimonio de su capacidad de transferir su conocimiento, aumentar y refinar sus técnicas pedagógicas, generar y mantener en los cantantes la dedicación a las disciplinas vocal y musical, dar forma a las sutilezas silábicas y melódicas, expandir el conocimiento y destrezas técnicas del coro, y de guiar al grupo a la ejecución artística”. Por lo tanto, es válido pensar en el concierto, no debe ser un fin en sí mismo, sino más bien una fase dentro de un proceso que es tanto educativo como artístico.
Naturaleza y valor del canto coral
No se quiere afirmar aquí que el ensamble coral no haya sido hasta ahora un contexto de aprendizaje. Por el contrario, éste provee a las personas la oportunidad de involucrarse en el proceso de hacer música de acuerdo con estándares y tradiciones de diversas prácticas musicales, así como la oportunidad de auto realizarse dentro de esta participación, por medio del desarrollo de destrezas vocales, auditivas, cognitivas, psicológicas, y sociales. Más específicamente, podemos formular el valor del canto coral como experiencia que implica beneficios en diferentes ámbitos:
Primero, la experiencia coral es un fenómeno fisiológico, que depende, en primera instancia, del instrumento musical de viento, íntimo y personal, que se encuentra dentro de cada persona -la voz- y del sentido de la audición. El canto coral también involucra cambios físicos y psicológicos que responden a eventos emocionales: se presentan cambios en el pulso, la respiración, la adrenalina, así como el flujo.
En segundo lugar, hacer música por medio del canto coral es una forma de ser en el mundo, de relacionarse por medio de la voz con otros hacedores de música, y con la audiencia. En el acto de hacer música coral, personas que son aparentemente diferentes, se relacionan con otras personas por medio de sonidos y desarrollan una conciencia participatoria, un sentimiento de unidad. En este sentido, la experiencia coral es un fenómeno sociológico.
Tercero, por medio de la recreación sonora de una partitura, el director, así como los cantantes, participan con el compositor en el acto creativo. Interactúan con una obra musical que a su vez refleja estándares y tradiciones de prácticas musicales que están histórica y socialmente enraizadas.
Finalmente, la experiencia coral puede ser el escenario de retos musicales. Al resolver dichos retos, la musicalidad del cantante se incrementa, y esto eleva el autoconocimiento y la autoestima.
¿Adoctrinar o educar?
Si se define literalmente el papel del director coral según el significado del término en latín educare, que quiere decir “conducir hacia”, entonces la responsabilidad del director implica capacitar a sus cantantes para descubrir y aprender por sí mismos, en lugar de seguir instrucciones mecánicamente, a modo de adoctrinamiento. Esto significa que el director debe propiciar el pensamiento independiente por medio de técnicas de ensayo que sean efectivas y tengan propósitos específicos que vayan más allá que simplemente preparar al coro para presentarse en público.
Con el fin de llevar a cabo sus responsabilidades como educador, el director debe aspirar a:
1. Comportarse como un líder, guía, y facilitador, dispuesto a utilizar su bagaje y carisma para trabajar con una diversidad de seres humanos,
2. Encontrarse con el vasto repertorio de la literatura coral y preparar y manejar las partituras a ser ejecutadas,
3. Desarrollar técnicas vocales y corales que estimulen el desarrollo vocal individual y colectivo,
4. Cultivar en los cantantes la flexibilidad y versatilidad comparable a la de los solistas,
5. Propiciar la responsabilidad individual y el mejoramiento de sus destrezas musicales, y
6. Comunicarse expresiva y efectivamente con el coro, promoviendo, de esta forma, la capacidad de respuesta de éste.
Como educador, el director debe ser capaz de describir, explicar, ejemplificar y hasta corregir lo que desea que sus coristas canten, dándoles retroalimentación inmediata. Nunca debe dar por sentado que lo que le sea obvio para él, también será obvio para los coristas. Ellos merecen una explicación de por qué algo es objetable, y por otra parte, cómo producir lo aceptable.
Cuando sea necesario, el director debe servir como modelo, brindando demostraciones auditivas o musicales, mientras motiva a los coristas a aplicar las enseñanzas en situaciones o contextos similares. La transferencia de conocimiento debe ser hecha en forma creativa, es decir, no dictando recetas o meras fórmulas, sino transmitiendo herramientas adaptables y accesibles para inducir en los cantantes ciertas conductas fisiológicas, y mentales. Los cantantes, en cambio, deben ser creativos al aplicar lo que se ha aprendido por medio de retos vocales y musicales específicos, ante obras, y directores diferentes.
Enseñar creativamente también implica experimentar con nuevas maneras de explicar, demostrar, y compartir. Las reacciones y respuestas de los cantantes ayudarán al director a decidir cuál de los nuevos métodos deben ser mantenidos para ser refinados, y cuáles deben ser descartados como inconsecuentes. Nos recuerda que cualquier cosa que el director presente al coro, debe ser expuesto con entusiasmo y buena actitud, buscando desarrollar la imaginación activa, de forma que se pueda comunicar con el ensamble en diferentes formas.
A continuación, se tratan elementos cruciales implícitos en el reto de educar a los coristas.
Fundamentos de buen canto
Para algunos cantantes, la experiencia coral puede ser el único entrenamiento vocal, e incluso musical, que reciban en su vida. Por ello, estar bajo la tutela de un director, cada semana, durante un período considerablemente largo, permite una importante influencia vocal y musical de parte del director en los coristas.
El director debe enseñar a sus coristas los elementos del buen canto para propiciar una contribución vocal positiva al ensamble, a la vez que se promueven los buenos hábitos vocales a nivel individual. Debe concebirse a sí mismo como un maestro de técnica vocal, aunque en una situación coral es casi siempre imposible enseñar técnica vocal de uno a uno. Por otra parte, la gran diversidad de bagajes vocales que poseen los coristas, es un reto para nada complejo. Por ello, el director tiene la responsabilidad de dar los fundamentos de canto para el principiante mientras expande o refuerza el conocimiento de la voz de aquellos con más experiencia vocal. Recuérdese que aunque algunos coristas estudien canto privadamente, no siempre son capaces de escuchar sus propias deficiencias vocales. Debe enseñarse a los coristas a escuchar internamente y pensar antes de cantar, y a escuchar críticamente los resultados.
Respiración y apoyo
El director coral debe enseñar a sus cantantes a utilizar y ampliar su capacidad respiratoria, y a buscar apoyo vital para emitir el sonido con buena afinación. Idealmente, debe enseñarse la relación que existe entre los buenos hábitos respiratorios, la postura saludable, y la correcta emisión vocal. Los coristas también deben aprender que el uso correcto de la resonancia está relacionado con el uso correcto de la respiración. Por otra parte, es responsabilidad del director buscar en el ensamble la uniformidad en la formación de vocales, lo cual conduce a la mezcla de las voces, mejor emisión y calidad del sonido, belleza de color, y afinación exacta. También es importante enseñar la articulación de las consonantes, con el fin de conseguir claridad en el canto, ritmo más preciso y exacto y afinación más segura. Para conseguir esto, el director debe entender los sonidos como tales y ser capaz de comunicarlos y modelarlos al coro. Otro aspecto del canto coral que los coristas deben entender es cómo la emisión y el timbre del sonido varían de acuerdo con el repertorio que se canta.
El calentamiento
La sesión de calentamiento al inicio del ensayo coral es un poderoso medio para preparar el cuerpo, la mente, y el mecanismo vocal para enfrentar los retos del canto coral. Más que una tradicional o inevitable rutina, es un ritual necesario para inducir en los coristas la atención a la postura relajada y enérgica, respiración y apoyo, emisión, y otros aspectos cruciales del quehacer coral. Por medio del calentamiento, se prepara el cuerpo y conciencia de individuos aparentemente diferentes para trabajar en conjunto hacia metas vocales y musicales comunes.
Si se desea un calentamiento provechoso, éste debe ser corto e intenso, pero no demasiado demandante, aunque sí dinámico, variado, y con fines específicos. La cantidad de tiempo que se destine al calentamiento depende de factores como el material vocal y necesidades vocales de los coristas, la hora del día, las actividades de los integrantes antes del ensayo, y los retos vocales, técnicos y estilísticos específicos de cada estilo: color, textura, intervalos, patrones rítmicos, articulación, dicción, formación y modificación de vocales, expansión de registro, entre otros. El director puede preparar, y si es necesario, diseñar ejercicios que aborden retos vocales o musicales específicos presentes en el repertorio. De esta forma, los cantantes podrán remitirse a los ejercicios cuando se encuentren retos semejantes en la música en estudio.
Destrezas musicales
Cualquiera que sea el contexto o nivel del coro, el director debe darle importancia al desarrollo de la musicalidad de sus coristas. El contribuir a la formación de sus coristas en este sentido, implica enseñar los rudimentos de lectura, afinación, mezcla y balance de partes, balance dentro de los acordes, exactitud y precisión rítmica, dinámicas y fraseo. Aunque es un reto considerable, el director puede intentar compensar poco a poco los rudimentos de música que sus coristas no aprendieron durante la escuela primaria y secundaria.
Historia de la música y estilos
Al ser la música una práctica esencialmente diversa y cambiante, debemos reconocer la existencia de “músicas” enraizadas en interacciones socioculturales concretas historizadas y contextualizadas. Como producto social, un estilo particular de música trata de la identidad de pueblos específicos, de sus sentimientos, necesidades, intereses y su manera de ser en el mundo. Es así como el estudio de las músicas nos puede arrojar conocimiento de constructos sociales, políticos y culturales, así como de valores morales y religiosos.
Un aspecto a menudo descuidado por directores corales es la enseñanza de aspectos relevantes de la historia de la música. El uso de una amplia variedad de repertorio es esencial y puede incrementar el interés de los coristas por apreciar la gran gama de literatura coral de todos los períodos. Esto puede llevarse a cabo mediante explicaciones breves y atractivas, pero nunca mediante largas disertaciones. Se debe explicar las diferencias estilísticas y estándares de las tradiciones, la práctica de interpretación, en relación con las influencias sociales, económicas, políticas y eclesiásticas que han tenido y tienen los compositores y ejecutantes. El director debe ser capaz de ofrecer información bibliográfica acerca de los compositores y autores de los textos, así como aclarar el significado de los textos, cuando sea necesario.
Responsabilidad individual y colectiva
El contexto coral supone una red de interacción, entre director y secciones, entre director y cada corista, director y acompañante, entre una sección y otra, y entre cada persona dentro de las secciones; esta red determinará el proceso y producto final del trabajo coral. El director debe, por lo tanto, inculcar la responsabilidad individual y grupal en los miembros de su ensamble. Cada corista depende de otros coristas para contribuir a la calidad vocal del grupo, así como cada corista es responsable, en el ámbito individual, de dar esa misma calidad. El corista debe estar anuente a la guía del director durante los ensayos y presentaciones. Sin embargo, el director debe estar abierto a las sugerencias de sus coristas, fomentando así respuestas individuales a la música y el texto y a estímulos verbales, locales y no verbales. Los estímulos verbales incluyen correcciones, instrucciones, explicaciones y demostraciones que da el director. La comunicación no verbal comprende lenguaje corporal, expresiones faciales y gestos de dirección; cada uno debe tener un propósito, estar relacionado con la música, y no ser excesivo o irrelevante, de forma que nunca distraiga la atención de la música.
El amor por la música coral
El director coral debe compartir con sus coristas y en última instancia inculcar en ellos el amor por el canto y por trabajar en conjunto por el arte coral. Pfautsch nos recuerda que compartir ese amor y los resultados de ese trabajo durante una presentación pública o un servicio religioso, añade satisfacción y realización tanto a quien dirige como a los coristas. Todos se unen en la responsabilidad de educar y entretener a una audiencia, así como elevar el sentido de participación, en el caso de un culto religioso.
Reflexión final
En el proceso de aprendizaje que tiene lugar en un contexto coral, un director puede ser un promotor de de comportamientos fisiológicos, emocionales y sociales, y de pensamiento independiente y creativo. Por medio de técnicas de ensayo efectivas, apoyadas en una musicalidad sólida y conocimiento en muchos materias musicales y no musicales, y una actitud inteligente y abierta hacia cada individuo, el grupo y la música, el director puede presidir el acto de recrear una obra coral, acto en el cual los cantantes crecen musical, vocal, social y psicológicamente.
FUENTE: http://laretreta.net/0101/articulos/eldirectorcoral.html
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